"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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07-07-2009 |
Entrevista al periodista Pascual Serrano tras la publicación de su libro "Desinformación"
Emiliano Guido
“Los medios saturan para intoxicar la realidad”
El argentino"Nos mean y los medios dicen que llueve”, graffiteó alguien durante la crisis del 2001 en algún paredón argentino y la frase quedó inmortalizada en el imaginario colectivo. El periodista español Pascual Serrano conoce esa y muchas otras frases de otros paredones del mundo pero prefirió el papel como soporte, antes que tomar un aerosol, en su intento de demostrar que el latifundio de la información no es una excepcionalidad argentina sino, más bien, un rasgo universal de época. Desde la invasión a Irak a la criminalización del mundo musulmán, pasando por el gobierno de Hugo Chávez, Serrano analiza distintos casos testigos de la aldea global en su libro "Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo" (Península, junio 2009) y dispara como conclusión: “El ciudadano que cree estar informado porque todos los días lee el periódico o ve el telediario no está conociendo la realidad del mundo”.
–¿Cuál es la tesis central de su último libro?
–Que el mercado pesa como una losa y condiciona todo lo que toca. Y que, por lo tanto, son los poderes económicos los que se adueñaron de los contenidos de los medios de comunicación.
–¿Cómo operan los medios concentrados para desinformar?
–La saturación de la noticia es uno de los grandes obstáculos para la información, hay mucho “ruido” que impide al ciudadano diferenciar lo útil y válido, de los secundario e irrelevante. Hoy tenemos más medios de comunicación pero menos herramientas para la comprensión. También intoxica la información inapropiada y la obsesión por el entretenimiento que lleva a niveles insoportables de frivolización. Además, el problema es que esa frivolización llega a toda la programación y se refleja hasta en el contenido de un noticiero.
–¿Los mass-media funcionan como los partidos políticos?
–Funcionan peor todavía. Al menos los partidos políticos se someten a una legislación más rigurosa que garantiza una mayor transparencia económica y un funcionamiento interno relativamente democrático y participativo. Los medios poseen los objetivos de los partidos pero sin control ni democracia.
–¿Existe diferencias en el comportamiento de los medios europeos y latinoamericanos?
–La única diferencia que se observa es en función del nivel de combatividad contra los gobiernos. Si los países son sumisos a los intereses de esos medios, su agresividad disminuye. Si los gobiernos plantean cambios que afectan a los intereses económicos de los medios, la guerra es feroz y la ausencia de deontología, absoluta. El primer caso se produce en Europa y el segundo en algunos países de América Latina.
–¿Qué piensa sobre el caso venezolano y el supuesto control de la prensa que ejerce Hugo Chávez?
–Te pongo sólo un ejemplo. Con motivo de la campaña electoral para el referéndum constitucional, la asociación venezolana Observatorio Global de Medios elaboró un estudio sobre cómo informaron los medios de comunicación en la campaña. Concluyeron que “tras evaluar los contenidos de opinión e información electoral en catorce medios de comunicación social, impresos y televisivos, de cobertura nacional y regional, se observó que el 76 por ciento de los mismos se inclinan hacia la opción del No frente al 22 por ciento que lo hacen por el Sí”. Recordemos que Chávez y sus seguidores propugnaban el Sí, la opción que finalmente fue más apoyada en las urnas. Lo único que ha sucedido en Venezuela es que se ha iniciado un proyecto de democratización de los medios que estaban bajo el control de un grupo privilegiado de empresarios, eso es lo que ha indignado a la oligarquía mundial y no perdonan a Chávez.
–¿Cómo observa la tensión entre las empresas periodísticas y los trabajadores de prensa? ¿Existe lugar para la rebelión intra-muros?
–El trabajador de la prensa se ha convertido en un eslabón más de la cadena informativa. En cierta medida es cómplice y, en cierta medida, no puede enfrentar el sistema de comunicación desde dentro. Es como el administrativo de un estado dictatorial. Es verdad que participa en el mantenimiento del sistema pero desde su puesto de trabajo no puede enfrentarse a él.
–¿Desea actualizar su denuncia sobre la crisis financiera del Grupo Prisa (Radio Continental y el diario español El País son algunas de sus propiedades)?
–Bueno, se ha sabido que sus beneficios han tenido una caída del 88 por ciento en el primer trimestre del año. Es verdad que los bancos le han permitido refinanciar su deuda. ¿Qué otra cosa puede hacer un banco con una empresa que debe cinco mil millones de euros? Ahora ya es más evidente quienes mandan en Prisa: los bancos a los que debe ese dinero como el HSBC y el Banesto.
–¿La crisis de la prensa gráfica se debe a que no puede competir con la instantaneidad de los portales electrónicos?
–La crisis es múltiple. Existe la de la instantaneidad pero también la de confianza, la de credibilidad, la de falta de participación de los ciudadanos, la de mediación entre los líderes, grupos sociales y ciudadanos.
–¿Qué sucede, en concreto, es España? ¿La gente sigue leyendo diarios?
–Creo que es similar a otros países. Por un lado, la gente se ha dado cuenta de que hay intereses detrás de los medios que les hacen dejar a un lado la pluralidad y la veracidad. A ello hay que añadir el fenómeno de la prensa gratuita, que también está en crisis. Creo que la gente más crítica prefiere bucear en Internet para escuchar voces menos interesadas y la menos crítica no lee diarios.
–¿Los medios alternativos no abusan, a veces, del microclima?
–Totalmente de acuerdo, el medio alternativo abusa de la militancia política, termina en panfleto demasiadas veces. Es necesario que quienes gestionan un medio alternativo entiendan que no están elaborando un soporte para hacer apología de su pensamiento político. Es normal tener una línea editorial, por supuesto, pero debe haber una pluralidad más amplia que vaya más allá de tus ideas. Luego están las formas, un mismo nivel de ideologización está mucho más disimulado en la prensa convencional que en los medios alternativos, lo cual dota de más eficacia al primero que al segundo.
–¿Contra quién se desea rebelar Rebelión? ¿Cuál es el público al qué desean llegar?
–Llamarle Rebelión era como apelar a “otro mundo es posible”. El nombre intenta sugerir un espíritu crítico por principio. Evidentemente, el espíritu crítico, debe rebelarse contra quien más poder tiene y de forma más absoluta lo utiliza. En cuanto al público, nuestros contenidos sin duda son demasiado densos y reflexivos. Eso nos hace perder gran cantidad de población a la que poder acercarnos, pero observamos que podemos ser de mucha utilidad para otros medios más “ligeros” que pueden incorporar alguno de nuestros trabajos.
–¿No hay lugar en los medios tradicionales para la información contestataria?
–Si por medios tradicionales se entiende propiedad de grupos empresariales que necesitan ser rentables y convivir con la publicidad, mi opinión es que difícilmente se logre. Del mismo modo que no puede haber hospitales privados que atiendan a los indigentes, ni escuelas privadas que se dediquen a alfabetizar a niños de suburbios sin recursos.
–Sin embargo, ¿no puede ser un negocio rentable la denuncia permanente sobre los abusos del poder? Habría millones de potenciales consumidores interesados en leer esas noticias.
–Bueno, yo no estoy haciendo propuestas para negocios rentables, sino para informar con decencia y rigor. Sin duda, es más rentable para un canal de televisión emitir una película porno que explicar por qué mueren veinte mil niños de hambre al día. Otra cuestión es que unos contenidos constantemente deprimentes y trágicos no ayuden a que las sociedades tengan esperanza e ilusiones. Creo que en la marginalidad, en los grupos de ayuda colectivos, en la lucha de muchos ciudadanos humildes y en numerosos ejemplos de solidaridad y cooperación se pueden encontrar muchas noticias positivas y optimistas. Esas son nuestras buenas noticias, no la crónica sobre la lujosa vida de un multimillonario de Los Ángeles.
–Ahora que el gobierno argentino impulsa una ley de medios que reemplazará la que está vigente desde la dictadura militar, ¿cuál debería ser la estrategia para movilizar a una sociedad desencantada con los proyectos colectivos?
–Las dos palabras son participación y democratización. Se trata de cumplir el derecho ciudadano a informar y estar informado, para ello hay que dar licencias a propuestas mediáticas que den acceso a la ciudadanía y que aseguren suficiente pluralidad y rigurosidad en sus contenidos. Mi opinión es que se debe garantizar que los colectivos sociales representativos del país tengan acceso a esos medios, bien como propietarios de licencias o mediante propuestas de medios colectivos, comunitarios, alternativos que garanticen esa participación. Pero, tampoco, basta con darles licencia para emitir, el Estado debe garantizar su viabilidad como servicio público que son. Porque, si al final necesitan publicidad y rentabilidad comercial, caerán de nuevo bajo las condiciones del mercado y no serán alternativos a lo existente.
eguido@miradasalsur.com
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